viernes, 5 de agosto de 2011

Hazlo.

La mano, camina conmigo, abrazame, mirame a la boca, juega a engañarme, acariciame el brazo, hazme cosquillas, quita tu miedo, salta a mi lado, corre en mis manos, dime cosas bonitas, agarrame por detrás, pon cara de interesante, sonríe de lado, frunce el ceño, hazme morritos, dibuja en mi espalda, susurrame al oido, acaricía mi tripa, dejame deslizarme en tus hombros, escucha a mí corazón, acompasa mis latidos, besame el cuello, guiñame un ojo, hazte de rogar, mandame un mensaje bonito, regalame una estrella, duerme conmigo, dejate llevar, llama a mi puerta, pideme lo que quieras, mirame y no digas nada, acercate, ofreceme de tu copa, envenename con tus miradas, eres mi droga favorita, sube conmigo a la luna, fugate a mi almohada, muerdeme el labio, deja de mirar el reloj, jubila todos los botones de tu camisa, despide a la verguenza, juega detras de mi oreja, respira hondo, Ven aqui conmigo...

Tenemos microondas para freirnos el cerebro, cafeteras para cocinar a fuego lento sueños color marrón chocolate y lavadoras que centrifugan palabras a mil por hora. Tenemos coches con los que viajar, naves espaciales para visitar otros planetas sin movernos de la cama y vasos en los que almacenar lágrimas. Maletas en las que caben sueños en forma de ropa interior, juguetes para cuando se nos olvida porque vivimos. Tenemos la estanteria llena de adornos inútiles que nos recuerdan quienes somos, y bolígrafos para apuntar todo lo que se nos pase por la cabeza y hacer la lista de la compra. Faldas para poner los sábados noche y tacones y maquillaje para aparentar ser quien no somos. Luchamos por algo, no sabemos porque, pero nos levantamos cada mañana con motivos que se escapan bajo el agua de la ducha. Estamos vacíos, somos cascaras andantes observando como el mundo se desmorona. Tenemos mil maneras de decir las cosas pero pocas veces nos ponemos a ello, preferimos dejar que el tiempo pase y nos aplaste. Tenemos ganas de cambiar el mundo pero como mucho nos cortamos las uñas para no arañarlo. Nos gusta reir y aunque a veces se nos olvida el modo de hacerlo lo buscamos en el almacén de las cosas que no se olvidan. Tenemos cajas de zapatos llenas de cartas que nunca llegaron a su destino y fotografías que nunca vieron la luz en el último cajón. Sabíamos como ser felices pero un viento huracanado nos arrebató todo lo que teníamos. Tenemos una cadeña de sueños atada a los pies que no nos deja volar y un cielo que no admite pasajeros sin billete. No existen mostradores en los que se vendan billetes hacia la felicidad. Tenemos momentos desperdiciados cayendo de nuestras manos al suelo y destruyéndose. Ganas de hacer cosas bonitas y tiempo que se escapa corriendo bajo la piel. Tenemos tanto, tanto que no tenemos nada.
Una maleta de sueños aguardando detrás de la puerta para cuando haya que escapar de
improvisto. Sin billete de vuelta.

Claro que sí.

Cómo era esa frase... ¡Ah, sí! "Nadie es perfecto" Y sí, es cierto... Todos cometemos errores, unos más y otros menos, pero al fin y al cabo todos lo hemos hecho mal alguna vez. Pero, ¿sabéis qué? Que no me importa equivocarme, porque también hay otras famosas frases que dicen que "de los errores se aprende" y que "rectificar es de sabios" Y creo que yo he aprendido muchas cosas de mis errores, incluso más de lo que os podáis imaginar. Es más he rectificado, o al menos lo he intentado... y si lo he hecho más tarde que pronto, no importa, "más vale tarde que nunca".

:$

Aprendí que los peces nadan y la aves vuelan, que los políticos mienten, que la tierra es redonda, que la gente es falsa, que todo el mundo tiene dos caras. Aprendí que la suma de dos y dos son cuatro, que hay que dar más de lo que se recibe, que no hay que ilusionarse demasiado, y que la vida es un regalo. Me enseñaron que el futuro no está escrito, que el universo es infinito y que nosotros somos personitas diminutas, casi inexistentes. Aprendí que el tiempo pasa, que las arrugas salen y que la belleza no es lo más importante. Aprendí a no creer en las promesas, a confiar en casi nadie y a contar con los dedos de una mano a quien de verdad siempre estuvo a mi lado.